Sentir, pensar y hacer de forma diferente - Desarrollamos organizaciones y personas

Leyendo el otro día un perfil en Linked-In, me encontré con una presentación que hacía de sí mismo un Coach, se autodenominaba “sherpa”… que ayuda a descubrir y asegurar caminos para crecer y evolucionar en equipo.

Para quien no lo sepa es una etnia del Himalaya, que tradicionalmente han sido los porteadores de las expediciones que iban a subir las montañas más altas de la tierra. Estos sherpas eran reclutados por las expediciones por su resistencia a la altura, su fuerza para cargar con los materiales más pesados y su entrega tanto en las labores de equipamiento como en las de ascensión a la cumbre. El sherpa más famoso fue Tenzing Norgay, que fue el primer hombre en hollar la cumbre del Everest junto a Hillary (y que lo hizo múltiples veces más).

Muchos conocéis mi pasión por las montañas y ahora os dais cuenta de hasta dónde llega, por eso quise asemejar este proceso de aprendizaje del Coaching a la ascensión a una gran montaña. Pero qué importancia tienen aquí los sherpas, porque son los verdaderos maestros, quienes viven la montaña no como un reto, sino como si fuese su alma, la respetan la escuchan y con su vida sencilla la cuidan… para mi esos han sido nuestros profesores, unos sherpas que nos han acompañado y que nos han enseñado cómo amar a la montaña, pero no como doctos maestros, sino simplemente compartiendo ese amor, se han mostrado tal como son, no para adoctrinarnos, sino para que veamos cómo son ellos, casi una etnia diferente, que no escalan montañas para acumular éxitos, sino como un modo de vida, como un modo de entender la vida, acompañando a otros que quieren alcanzar metas más altas en su vida, para que otros sean Edmun Hillary y ellos ese sherpa que le acompañaba…

Pero si los profesores son los sherpas, quiénes somos los alumnos y qué pintamos en esta montaña?... es lo que muchos nos preguntamos ese primer día (incluso antes). Como le dije a un compañero, éramos paracaidistas sin paracaídas, unos aficionados a la montaña que querían subir un ochomil, pero no sabían ni cómo y muchos ni por qué…
Pero en lo que coincidimos todos era en que algo muy poderoso nos llamaba a acometer esa locura (la llamada de la montaña).

Allí nos encontramos en ese campo-base, rodeados de sherpas curtidos que nos miraban divertidos, pero dispuestos a acompañarnos en nuestra ascensión. Nos dieron cuerdas, clavos, mosquetones, piolets, crampones… y nosotros los fuimos metiendo en nuestras mochilas, metimos esas herramientas, pero también nos cargamos de algo más, nuestro alma se hizo permeable a esa forma de amar la montaña, esa forma en que nos hablaban los sherpas y nos explicaban cómo utilizar las herramientas, nos fue calando… también se produjo otro hecho fundamental, empezamos a trabajar por parejas, juntos íbamos descubriendo el camino, equipando con cuerdas y tallando escalones para poder seguir subiendo… así fue naciendo esta camaradería, que al resguardo del campo base compartíamos en grupo y nos dimos cuenta que no éramos tan distintos, que una energía muy poderosa nos mantenía unidos y estar unidos hacía que generásemos una energía muy poderosa… el grupo no admitía a los miembros, eran los miembros los que generaban ese grupo… poco a poco fuimos alcanzando cotas más altas, pero continuamente los aludes parecían borrar esos caminos que habíamos tallado con tanto esfuerzo, a veces incluso parecía que alguno podía despeñarse, pero siempre esa energía que el grupo generaba y que cada uno atesora en su interior junto a esa nueva forma de amar que aprendíamos de los sherpas, nos mantenía a flote, pero a veces nos íbamos al saco con la sensación de tener que empezar una vez más desde cero…

Pero un día nos dimos cuenta que el campo de altura estaba muy cerca de la cumbre, y esta vez trabajábamos por tríos con un sherpa que nos acompañaba y nos mostraba del modo más humilde esa forma de amar a la montaña, esa forma de escucharla, de sentirla y poco a poco nos fuimos acompañando trabajando nuestros miedos, nuestras debilidades, aquello que nos molesta para sentirnos plenos, pero siempre desde el respeto, escuchándonos unos a otros, aprendiendo de los demás, con absoluta humildad.

Y un día nos dijeron que la cumbre estaba muy cerca, que debíamos equipar ese último tramo y que ya no podríamos tener un sherpa con cada uno de nosotros todo el tiempo, así que cada uno debió salir de su saco, calzarse las botas, meter en la mochila las cuerdas, el piolet y todo el equipo que nos habían dado y seguir su propio instinto para alcanzar la cumbre… lo mejor fue que nos enfrentamos a nosotros mismos, aprendimos a resbalarnos, a caer y a volver a levantarnos, pero esta vez los sherpas fuimos nosotros, teníamos que acompañar a nuevos alpinistas que querían subir la montaña, nosotros con la humildad de los sherpas les condujimos a sus cumbres… así llegamos, como lo hizo Tensing Norgay con Edmun Hillary, a escalar “nuestros Everest”…

Simplemente gracias a todos los que habéis hecho posible este sueño.

Discurso de clausura V promoción del Curso Superior de Coaching Ejecutivo, por David Ilundain Reviriego, coach certificado CORAOPS.

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