Cuerpo y emoción expresan dimensiones que el lenguaje no puede

Absoluta consonancia con el planteamiento: si alta fue la expresividad que empleamos, mayores fueron las emociones que se pusieron en juego.

Viví esta sesión con gran motivación por mi parte, con gran libertad interior, y volcado en ese juego que está, por otra parte, muy fuera de mi mundo habitual. Eso es precisamente lo más chocante.

Tal es el contraste con el mundo cotidiano, que apenas acertaríamos a darle un sentido más allá de un ensueño momentáneo, como si no fuéramos capaces de fiarnos de sus posibilidades o ni siquiera las entendiéramos.

Antes de lanzarme a escribir estas líneas he necesitado un ejercicio de rememorar y de procesar. Los recuerdos estaban revueltos y parece que las emociones hubiesen encontrado su encaje en mi, sin más, pero sin embargo, a la hora de verbalizarlas, sufriésemos un paso por el embudo de la razón, por la linealidad del discurso, tratando de encontrar un antes y un después que, sin embargo, no son necesarios cuando las emociones vividas cohabitan en el espacio común del alma.

De hecho hay una suerte de perversión del propio sentimiento que se experimenta al ponerlo por escrito; como si se le restase grandeza y complejidad de forma que queda sin quererlo empobrecido.

Esto precisamente me sugiere que, en sentido contrario, el cuerpo y la emoción expresan dimensiones del ser que el lenguaje no puede o lo hace con gran dificultad.

Por eso la poesía y la prosa de algunos escritores de gran categoría nos permite ver más allá de la propia palabra impresa y sin embargo es una virtud que no es común a la generalidad y requiere vocación y desarrollo específicos.

Estas reflexiones, eso sí, me ayudan a ser más consciente de lo vivido y a ordenarlo para poder transmitirlo y ponerlo en práctica.

Finalmente el lenguaje también parece que tiene su cabida y su función y se constituye necesario para algo en relación a una sesión centrada en el cuerpo y la emoción.

Parto de la base de que esta sesión ha sido básica para los coaches, que para mí tiene el sentido de una especie de alimento, de renovación, oxigenación, limpieza, impulso y transformación. Es más, creo que después de haber pasado por ella, pero más aún después de haber puesto por escrito los sentimientos que me costaba ordenar, empieza a tomar una dimensión en la que me planteo su necesidad como tarea de mantenimiento del coach.

De igual modo que cualquier maquinaria necesita operaciones regulares de mantenimiento para reparar desperfectos, prevenir otros y dejarla en las mejores condiciones para el servicio, este tipo de herramientas y otras, son también necesarias para el mantenimiento y enriquecimiento del coach, para hacernos más dinámicos, ágiles y competentes.

Pero hay otro gran aspecto vivido en la sesión, que es el refuerzo del afecto entre los participantes. En medio de un espacio de libertad y respeto para la expresión del otro hay una mayor facilidad para la transmisión de los sentimientos de afecto, del importante vínculo que es posible conseguir como grupo, y de cómo eso refuerza la autoestima de todos los miembros del mismo. Tenemos verdadera necesidad de querer y ser queridos, de mirar en los ojos del otro la grandeza de su pensamiento y su valor, de experimentar el abrazo mútuo como rúbrica del ser aceptados tal como somos, de ser necesitados y sinceramente valorados. 

Esto me lleva finalmente a la idea de que también un coach debe ejercer su profesión desde el apoyo de un grupo o comunidad con la que, como el nombre sugiere, tener cosas en común, y no sólo para poder compartir sus experiencias acerca del ejercicio profesional, cosa que resulta básica y enriquecedora, sino para recargar su energía personal, buscar con más ahínco su zona de expansión bien sea por el ejemplo o bien por el estímulo de otros. Después el reto será cómo extractar esta experiencia para emplearla en sesiones de coaching. Quizá el desarrollo de una nueva herramienta.

¿Quieres ampliar tus opciones de acompañamiento? ¿Quieres salir de tu zona de confort? ¿Quieres sentir, bailar, jugar, reír…?
Curso intensivo Cuerpo y Emoción

Artículo de José Alberto de la Torre, coach CORAOPS